Puro humo

“Lo que prometas bajo la luna, cúmplelo al salir el sol”, letra chica, préstamos bancarios.
Un nuevo guardia de seguridad, también del Caribe, la venta de chicles sigue su marcha.
El olor a cloruro de fenacilo me da la bienvenida laboral. “¿Es el que cobra el salario mínimo el esclavo moderno?” pregunta un grafiti en la puerta del trabajo, que alguien nuevo deberá limpiar o por lo menos lo van a hacer perder toda la madrugada en esta misión absurda.
A los anticapitalistas les gustan las pirámides, pero no les gustan los esclavos. Contradicciones.
En el salón principal todo es armonía, paz y felicidad. 
Una higiene infrecuente en los cubículos del subsuelo que me hace dudar si no estoy delirando de fiebre o me tragué un chicle sin darme cuenta. 
La panacea tiene su explicación: una clase sorpresa de pilates, bueno no sé si era de pilates, para el personal nocturno. Muy sospechoso todo. 
El proletariado en colchonetas azules (algunos aprovechando a cabecear) buscando la plenitud y el equilibrio de nuestra respiración, gracias a la dulce y angelical voz de la instructora.
Todo bajo cámaras ocultas para salir en medios masivos –sección bizarra del noticiero– por la mañana, con el fin de promocionar la generosidad y cuidado de la empresa para con sus empleados y así ser un éxito en los portales de noticias.

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