Un anemómetro

“En algún lugar del mundo existe una rosa, que con su esencia y amor despertará la magia de tu corazón”. El tema es que no tengo ni tiempo ni dinero para ir a buscar la dichosa rosa. Nunca me hice tiempo para ver el final de Dawson's Creek, y acá tampoco nadie lo pudo ver. Triste.
Esta semana hay pollo, o dicen que es pollo. Destino: la trituradora, y así podemos olvidar su textura verdosa. De tanto lavado con hipoclorito de sodio, queda anosmio (del griego a privativa: sin, y osmée: olor). En la 49ª Bienal de Venecia, el boleto del vaporetto para ver las exposiciones en el edificio del Arsenale incluía un vale para adquirir un menú de pollo en una de las tres sucursales de la franquicia de la ciudad de los canales. Eso es generosidad 2.0.
Afuera un fenómeno meteorológico “viento del este, lluvia como peste”, dice el supervisor. 
Las anomalías contemporáneas: somos como las monjas de clausura, pero con camisa, moño y la sartén en la mano, fritando, esperando que pase la mayor sudestada de la historia, según dijo la señora de la CNN en español. Igual no importa lo que suceda, siempre hay que estar preparados para alimentar a los pobres de Murillo que salieron del lienzo y vinieron directo de sus hogares monoparentales, famélicos por sus papas doradas.

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