Salmos varios

He pecado. No hay que minusvalorar a las personas, tampoco a los proletarios mal alimentados.
Recuerdo perfectamente que la primera vez que lo vi entrar al hervidero pensé definirlo en términos académicos como un perfecto imbécil, ¿o se dice gran imbécil?
Trabaja de payaso por la tarde. Lo he visto de camino a la empresa. Un espectáculo decadente, ganaría más dinero pidiendo limosna y no gastaría tanta energía en las piruetas que ejecuta.
La cuestión es que siempre almorzaba con su librito apretado entre las piernas y cuchicheaba con el resto de los vendedores, los vendedores siempre están dando el vuelto.
“Energía, delicia eterna”, rezan las palabras de William Blake en la tapa del libro hueco del payaso callejero. Él escondiendo flores de Bach y yo pensando en que hace un par de años llegaron las paltas, los bipolares, el mito de los batidos detox, todos juntos sin anestesia. 
Mientras los ciclotímicos hacen trueque de flores en el baño, llegan helicópteros a Marte.
“Hay que comprender lo ordinario, las pequeñas causas y sus grandes efectos”, como decía Hannah Arendt. 
No sé qué maniobra hace para ingresar de contrabando el libro floral a la empresa.

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