Castas diferenciadas

Desde el 2007 a la fecha es una constante escuchar en los novatos, la generación Z, algún chiste sobre Ratatouille para referirse al hervidero. Por respeto o por cansancio, lo escuchamos en silencio, suspiramos y continuamos la tarea asignada. Automatismo.
Vienen a grabar una miniserie latina, eso fue lo que dijeron los ejecutivos anoche.
Todo se transforma en el salón principal de la empresa: camuflaje en paredes, iluminación moderna, cartelería con diseños de verdad y por supuesto el menú coincide con las expectativas de los productores. Parece mediodía, pero son las tres de la mañana.
¿Quitaron los andamios del subsuelo por esto? Ahora hay percheros en todos los pasillos.
El responsable del catering de la novela, con aires de actor protagónico, bajó al hervidero para desalojarnos. Vino con una blanquísima dentadura a estrenar, malgastando cinismo gestual. Justo a nosotros con esas fichas. Pobre él, la vida laboral nocturna es una gran universidad.
Tal vez fueron las miradas desafiantes de la colonia (no hay que subestimar la neurología de las hormigas), la falta de luz o el crujir de la destartalada maquinaria, pero el zángano desistió de invadirnos y se instaló entre el baño y el depósito

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