Los comedones

De regreso del terapeuta siempre me quedo pensando lo que dije/no dije y aquello que le voy a decir en el próximo encuentro, aunque esta vez debo ocuparme en buscar otro sanador que me quede cerca del trabajo. La vida es una montaña rusa, es cuestión de aceitar bien los rieles y aguantar el vómito cuando el carro gira 180º.
Cada tanto hay chicos nuevos en el trabajo, y dos de tres tienen algún mambo profundo con el horóscopo. Yo los dejo, esa gente que le gusta adivinar el signo porque cree conocerte o piensan que tienen paranormalidad genética, ¿Vos sos géminis?, digo sí y hago felices a los infelices. Mientras no me tiren el vaso de gaseosa sobre la camisa, los atiendo en respuesta-automática. El compañerismo les dura un par de días, luego las ojeras hacen el resto. HELL. 
Mucho peor son los efebos “new arrivals” cargados de nostalgia, repitiendo todo el tiempo ‘ojalá pudiéramos volver atrás a esos tiempos’. ¿Qué tiempos? si siempre estuvimos acá, fritando, además de volver atrás volverían las cuotas que ya pagamos de los gadgets que ya no usamos. Incalculable acné facial y excesivas lecturas de autobiografías de mesas de saldo.
Siempre hay un cd tirado en el cordón de la vereda. Todo está en la mente.

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