La historia de la papa. Primera parte
¡Qué fruta noble el Ibuprofeno! Tener salud es importante, la empresa nos necesita fritando con alegría. “Las personas optimistas viven más” Healthline punto com.
En paquetes de cinco y diez kilos llegan los tubérculos sacados de la tierra. En nuestro caso sacados de algún depósito de contenedores en el sureste de Asia. Lo sé porque debajo de la información nutricional autoadhesiva, colocada por el importador mexicano, hay esas letritas que hacen los chinos tipos palitos torcidos y crípticos. Los chinos son gente jodida.
Parece que a la papa le ponen un suero para que resista por meses y meses hasta su posterior fritado, quedando intacto ese sabor tradicional natural que tanto le gusta a la clientela. Por suerte acá nadie llega al mostrador a pedir ni calabacín ni puerros.
Entre tantas teorías que se escuchan en la media hora de descanso, está la del feudal francés, que como todo feudal francés era un petiso, gordo y borracho que seguramente gustaba de darle nalgadas a sus criadas adolescentes. El mundo no ha cambiado tanto.
Siempre esos viejos chotos millonarios tienen alguna extravagancia y al señor feudal le gustaba la papa, pero no para comerla (ya que en esa época se pensaba que era perjudicial para la salud), el muy degenerado la plantaba por la belleza de su verdor para el jardín trasero de su castillito.
Continuará...
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